martes, 1 de enero de 2013

Mañana, lejanamente mañana



abrigaré el temblor de tu pecho.
Si hace frío, y el deseo está preso,
¿quién soy yo para rozar tu cara?

Infortunio derramado en el tiempo,
y momentos tristes se avecinan,
y no hay luz en la recta guillotina,
y la cruda realidad se decapita.

Mañana, forzosamente mañana,
me llamará a gritos lo desconocido.
Si hay que callar para todo decirlo,
¿quién soy yo para cantarte nanas?

Pero el viento es esposo de mi suerte,
y el desorden, hijo de mis anhelos.
Acércate, rodéame, aparta tu velo,
deja que un dios sin cabeza nos encuentre.

Mañana, únicamente mañana,
tomaré el peso de tu fino cuerpo,
Si eres un Fénix y yo un mero cuervo,
¿quién soy yo para besar tus alas?

Y debo tiritar ante la lascivia,
cuando pones tu mejilla ante la mía.
No te vayas, arduo sueño fugaz,
dame los labios que hoy no me asilan.

Mañana, sigue siendo mañana.

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